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El problema de la soledad en nuestro tiempo

soledad

Creo que muchas personas, alguna vez, hemos sentido la sensación de estar rodeado de gente y, aun así, sentirnos solo. Es como si, a pesar de la compañía, faltara algo esencial: una conexión real, profunda con los que nos rodean.

A pesar de que vivimos en un mundo hiperconectado, paradójicamente, la soledad parece más presente que nunca. Pero no la de estar físicamente solo, sino a esa soledad emocional que cala hondo y se queda contigo en los momentos menos esperados.

Cada vez más personas se sienten solas. No lo digo solo por observación, lo dicen también los datos. Según una encuesta del Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada (SoledadES), más del 13% de los españoles reconoce sentirse solo de forma frecuente o muy frecuente. Y este no es un tema trivial, es un problema serio que afecta nuestra salud física y emocional.

 

La soledad emocional la sientes cuando faltan las conexiones que importan

La soledad emocional no es la soledad física, es mucho más profunda. Es esa sensación de que nadie te entiende o te conoce del todo, de que no puedes compartir lo que sientes con nadie sin sentirte juzgado o ignorado. Incluso a veces sientes que no le importas o lo que te importa a ti no lo valora nadie. Puedes estar en medio de una fiesta, rodeado de conocidos, y aun así sentirte completamente aislado.

Me ha pasado. Y sé que no soy el único. La soledad emocional no tiene que ver con la cantidad de personas que tienes alrededor, sino con la calidad de los vínculos que mantienes. Cuando faltan esas conexiones verdaderas, empiezas a sentirte como un extraño en tu propia vida.

Esta forma de soledad está relacionada directamente con sentimientos de incomprensión, inseguridad y tristeza. Y cuando se alarga en el tiempo, cuando no sabes cómo romper el ciclo, puede convertirse en algo muy duro de sobrellevar.

 

Síntomas que muchas veces ignoramos

Desde el Centro de Psicología Terapia PSI, de Barcelona, me ayudaron a conocer los síntomas que suelen pasar desapercibidos, pero que indican que tenemos este problema. Ya que la soledad no siempre se manifiesta de forma evidente. No siempre lloras o te aíslas del mundo. A veces se cuela en tu rutina, en pequeños detalles. Dejas de hacer cosas que te gustaban, pierdes el interés por socializar, empiezas a tener pensamientos negativos constantes… y poco a poco, te vas apagando.

Estos son los síntomas:

  • Sensación constante de vacío emocional.
  • Dificultad para confiar en los demás.
  • Cambios de humor frecuentes.
  • Sensación de que nadie te entiende o te escucha.
  • Desinterés por las actividades que antes disfrutabas.
  • Pensamientos negativos sobre uno mismo o el entorno.

Lo preocupante es que muchas veces normalizamos estos síntomas. Decimos que es una racha pasajera y lo ignoramos. Pero la soledad emocional no se soluciona sola. Necesita atención y cuidados, como cualquier otro problema emocional.

 

Un problema muy nuestro

No es casualidad que la soledad sea uno de los grandes temas de conversación en los últimos años. Vivimos en un momento histórico muy particular. Nunca ha sido tan fácil comunicarse y, sin embargo, muchas personas se sienten más aisladas que nunca.

Parte de esto tiene que ver con cómo nos relacionamos hoy en día. Las redes sociales nos permiten estar en contacto con todo el mundo, pero muchas veces se trata de vínculos superficiales. Likes, emojis y mensajes cortos no sustituyen una conversación real, ni un abrazo, ni una mirada sincera. Gracias a que estamos detrás de una pantalla podemos fingir e inventarnos quienes somos, creando una personalidad enfocada a gustar a los demás para ocultar lo que nosotros o la sociedad considera como defectos. Como siempre pasa, al fingir durante mucho tiempo, se genera una dualidad que nos llena de vacío. Nadie realmente nos conoce ni hemos creado vínculos reales y verdaderos. Eso y estar solo, es lo mismo.

También influye el ritmo de vida que llevamos. Vamos corriendo a todas partes, llenamos nuestra agenda de tareas y responsabilidades, pero dejamos poco espacio para lo humano. Para hablar con calma, para compartir sin prisa, para escuchar de verdad. Nos han metido en la cabeza que somos lo que logramos y que tenemos que ser productivos y exitosos, por tanto, cuando no llegamos al éxito, no somos lo suficientemente productivos o envejecemos, dejamos de estar en el estándar de éxito que ha creado la sociedad y nos deprimimos.

Según un estudio del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2024 casi 5 millones y medio de personas en España vivían solas, y la tendencia sigue en aumento. Vivir solo no es sinónimo de sentirse solo, pero cuando se combina con aislamiento emocional, puede volverse un cóctel peligroso.

 

¿Quiénes sufren más?

Aunque solemos asociar la soledad a las personas mayores, lo cierto es que afecta a todas las edades. Y cada grupo tiene sus propios motivos. Los jóvenes, por ejemplo, experimentan una enorme presión social. La comparación constante con los demás en redes sociales, el miedo a quedarse atrás, el estrés académico o laboral… todo eso crea un caldo de cultivo para el aislamiento.

Un estudio reciente de la Fundación La Caixa reveló que 1 de cada 4 jóvenes entre 16 y 29 años en España sufre soledad no deseada. Uno de cada cuatro. Son cifras preocupantes. Y lo peor es que muchos no hablan de ello por vergüenza o por miedo a no ser comprendidos.

En personas mayores, la soledad tiene otras raíces. La pérdida de seres queridos, la jubilación, los problemas de movilidad… todo esto reduce las oportunidades de socializar. Y si no hay una red de apoyo, pueden pasar días sin hablar con nadie. Literalmente.

 

Las consecuencias para la salud

Lo más grave es que la soledad emocional no solo afecta al estado de ánimo. También tiene un impacto directo en nuestra salud física. Según un informe de la Universidad de Harvard, sentirse solo de forma crónica puede ser tan perjudicial como fumar 15 cigarrillos al día. Sí, así de serio es.

Aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardíacas, hipertensión, insomnio, deterioro cognitivo e incluso Alzheimer. También puede debilitar el sistema inmunológico, haciendo que enfermemos con más frecuencia.

Y a nivel emocional, la soledad prolongada puede derivar en depresión, ansiedad, trastornos alimentarios y problemas de autoestima. Es un círculo vicioso: cuanto más solo te sientes, más difícil te resulta salir de ahí.

 

¿Hay algo bueno en la soledad?

No todo es negativo. También hay una cara más amable de la soledad, aunque no siempre sea fácil verla. Pasar tiempo a solas puede ayudarnos a conocernos mejor, a entender lo que realmente queremos y necesitamos. Puede ser una oportunidad para reconectar con uno mismo, lejos del ruido externo.

El problema aparece cuando la soledad no es elegida, sino impuesta. Cuando no queremos estar solos, pero no encontramos cómo evitarlo. Ahí es cuando empieza a doler de verdad.

En psicología, se reconoce que cierto grado de soledad puede favorecer el desarrollo personal. Nos permite reflexionar, tomar perspectiva, crecer. El filósofo Byung-Chul Han, por ejemplo, habla de la importancia de recuperar espacios de silencio y recogimiento en un mundo que no para de exigirnos rendimiento.

Pero claro, una cosa es buscar momentos de soledad para recargar energías… y otra muy distinta es vivir en un estado constante de aislamiento sin saber cómo salir de él.

 

¿Qué podemos hacer?

No hay un manual que indique como combatir la soledad emocional. Cada persona es un mundo. Pero sí hay algunas cosas que pueden ayudar:

  • Habla de lo que sientes. Puede ser con un amigo, con un familiar o con un profesional. Poner en palabras lo que te pasa ya es un paso enorme.
  • Busca espacios donde conectar. Grupos de voluntariado, talleres, clases, deportes… a veces basta con un entorno nuevo para conocer a alguien que te escuche de verdad.
  • Aprende a estar contigo. No desde la resignación, sino desde el autoconocimiento. Conócete, quiérete, trátate con cariño. A veces, empezar por uno mismo abre muchas puertas.
  • Reduce el consumo de redes sociales si te hacen sentir peor. No tienes que compararte con nadie. La vida de los demás no es perfecta, aunque lo parezca.
  • Pide ayuda profesional si lo necesitas. No tiene nada de malo. Todos necesitamos apoyo en algún momento, y un psicólogo puede ser ese punto de partida para sanar.

 

Busquemos conexiones auténticas

La soledad, a veces silenciosa, otras evidente, pero siempre presente. Nos afecta a todos en algún momento, y no hay que sentir vergüenza por ello.

Hablar de la soledad no nos hace débiles. Al contrario. Nos hace humanos. Reconocer que la necesitamos —y que también necesitamos a los demás— es un acto de valentía. Esta sociedad nos empuja a ser autosuficientes y fuertes todo el tiempo, pero esto ni es realizable ni es real.

Así que, si alguna vez te sientes solo, recuerda esto: no eres raro, no estás roto, no eres el único que se siente así. Somos muchos los que intentamos encontrar conexiones reales. Y poco a poco, paso a paso, podemos ir rompiendo ese muro invisible.

Porque todos necesitamos sentirnos vistos. Escuchados. Acompañados. Humanos.

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