La vida nos lleva en ocasiones por derroteros que nos alejan de nuestra propia esencia. De nuestros valores, de nuestros principios, de nuestra forma de concebir el mundo. Cuando esto sucede, sentimos la necesidad de reencontrarnos con nuestra esencia para recuperar el equilibrio y volver a sentirnos a gusto en nuestra piel. Este es el viaje sistémico.
Los instructores de Escuela de Crecimiento, un centro de formación presencial y online donde instruyen a formadores, acompañantes y usuarios, aplicando el crecimiento personal con un sentido práctico; es decir, ligándolo a los problemas concretos que se nos presentan en la vida, afirman que el viaje sistémico es un viaje colectivo.
Según ellos, el término “coherencia”, al que nos referimos con tanta frecuencia, no es más que la compactación de dos conceptos: Co – Herencia. La herencia es aquello que recibimos de nuestros predecesores. De nuestros familiares, pero también de nuestro entorno. La herencia tiene, por tanto, un valor colectivo. El prefijo “Co” hace referencia a correspondencia. A la alineación de los hechos con la herencia.
Esta reconciliación con los orígenes, con el legado que hemos recibido, se puede realizar de manera individual o colectiva, pero siempre es mejor acompañado. En este sentido, el papel del acompañante consiste en estar al lado y en proporcionar elementos para que el encuentro sea profundo. El acompañante no resuelve el conflicto. La liberación es personal.
El hombre es un ser social por naturaleza. No podemos entender ningún individuo fuera de la sociedad y del entorno en el que se ha criado, un entorno históricamente determinado. Esto significa que nuestra existencia está interrelacionada con otros agentes. Con otros individuos, con otros grupos de personas y, por supuesto, con el planeta en el que vivimos. Estamos inmersos en un conjunto de sistemas de relación.
La filosofía sistémica.
Para la filosofía sistémica, los hombres somos seres humanos por separado. Somos seres porque existimos. En concreto somos seres vivos, y como tales nacemos, crecemos, nos reproducimos y nos morimos. En sentido biológico, no somos diferentes en esencia a cualquier otro animal.
Nuestra humanidad, lo que nos distingue, radica en otro lugar. En nuestra espiritualidad, en nuestra consciencia. En un sistema de valores y principios que el hombre ha tejido de manera mental basándose en su capacidad de raciocinio.
El viaje sistémico, explicado a grandes rasgos, consistiría en armonizar las dos esferas. La esfera del ser, con la esfera de la humanidad. Esto implica un conocimiento interior progresivo para poder comprender nuestra esencia y la toma de una serie de decisiones para ajustarla a nuestra presencia, a nuestra realidad material como seres. Un viaje interior que nunca debe estar desligado de la presencia material, de la realidad concreta, puesto que de lo contrario, no podremos transformar la práctica. Aquello que es capaz de crear contradicción entre nuestra esencia y lo que hacemos.
Dejemos una cosa clara antes de avanzar. El ser humano no es esquizofrénico por naturaleza. No tenemos doble personalidad. Lo que sí sucede es que establecemos relaciones movidas por determinados intereses que nos hacen alejarnos de los valores que hemos heredado.
En el mundo actual, algunas de las relaciones más contradictorias que podemos llegar a establecer son las relaciones comerciales. Las que se fijan en torno a un medio de cambio como el dinero. Sabemos que necesitamos dinero para poder vivir. Para disponer de un refugio en el que guarecernos, para adquirir alimentos con los que alimentarnos. Pero, ¿qué somos capaces de hacer por dinero? Seguro que si nos formulamos esta pregunta con 15 años, al cumplir los 50, algunas de las cosas que hemos hecho en este tiempo intermedio, ni siquiera nos las habíamos planteado al principio.
El enfoque sistémico aparece en 1947, cuando el biólogo austriaco Ludwig von Bertalanffy formula la Teoría General de Sistemas. Este sistema es un método científico que busca comprender las relaciones que establecemos los seres, en general, durante nuestra existencia.
Desde entonces, esta teoría ha sufrido diversos desarrollos y aplicaciones, como el que se hace en el ámbito del crecimiento personal o en la psicología aplicada, con la intención de resolver contradicciones y ayudar al individuo a evolucionar.
Diferencia entre constelación y sistema.
Una de las preguntas que con frecuencia aparecen entre las personas que se aproximan a la filosofía sistémica es la diferencia entre constelación y sistema.
Como bien explica el coach profesional Óscar Anzorena en un artículo que publicó en LinkedIn, las constelaciones sistémicas es una representación de las relaciones que los individuos establecemos en diferentes ámbitos de la vida.
Los hombres interactuamos entre nosotros en diferentes sistemas sociales: familia, trabajo, equipos, grupos de amigos. Cada uno de estos sistemas presenta sus peculiaridades y establece un organigrama jerarquizado donde cada individuo desempeña un rol y adquiere una serie de responsabilidades con los otros individuos.
Para entenderlo, en un equipo de trabajo, el director o jefe es el responsable de conseguir unos objetivos de conjunto. Para ello dirige a un grupo de individuos, asignándole tareas concretas a cada uno de ellos y dándoles órdenes precisas para completarlas con éxito. El papel del subalterno se limita a cumplir sus tareas, siguiendo las órdenes recibidas. En grandes empresas, o que realizan trabajos complejos, el subalterno puede dirigir a otros individuos para solventar una rama del trabajo general. Creando un equipo de trabajo que forma parte de un equipo más grande.
Si plasmáramos todo este conjunto de relaciones en un gráfico nos saldría un dibujo que no difiere mucho de una constelación astronómica.
Las constelaciones condicionan e influyen en el comportamiento de los individuos que la forman. Las relaciones que se establecen en ella no son horizontales, sino jerárquicas. Lo que puede dar lugar a que aparezcan contradicciones entre diferentes individuos y bloqueos que afectan al funcionamiento de la organización o sistema.
Dentro de los sistemas sociales en los que está inmerso el individuo, uno de los más importantes es la familia. La familia es la organización social donde el individuo se introduce nada más nacer. También es el ámbito donde se desarrolla, crece y recibe los cuidados necesarios para su evolución.
El sistema familiar está jerarquizado y se establecen relaciones de ascendencia e influencia de unos miembros sobre otros. Si lo representamos en un gráfico, el centro del mismo lo formaría el binomio entre los padres. Sería como el sol del sistema solar familiar. Entre los otros miembros de la familia también se establecen relaciones de influencia. Los hermanos mayores suelen tener ascendencia sobre los menores.
Estos son rasgos generales. En cada familia se concreta de una forma particular. Tanto es así, que la constelación familiar de dos familias puede ser parecida, pero pocas veces es idéntica. La constelación familiar tiene una gran influencia sobre el individuo.
En la filosofía sistémica, las constelaciones son una herramienta que permiten analizar la realidad. Un ejercicio importante que nos permite visualizar cómo nos relacionamos con los demás.
La interpretación de los sistemas, que forma parte del viaje sistémico, está por encima de las constelaciones. Hace referencia a comprender en profundidad las relaciones que establecemos en la constelación familiar y en todos aquellos sistemas en los que estamos inmersos.
¿Cuándo realizar un viaje sistémico?
Un artículo publicado en la web Top Doctors de México señala que resulta útil realizar un viaje sistémico para abordar problemas psicológicos que están relacionados con el entorno social y familiar de la persona. Se efectúa en forma de terapia y con este procedimiento se pueden abordar conflictos que surgen en el seno de la familia, problemas de pareja, adicciones, algunos casos de trastornos de ansiedad, depresión, etc.
Este protocolo permite identificar y modificar patrones de comportamiento disfuncionales en el contexto de las relaciones interpersonales. Se hace además dentro de un entorno colaborativo entre el paciente y el terapeuta (o acompañante), lo que ayuda al afectado a comprender mejor la situación y transformarla.
Este es un método progresivo, que se suele realizar a través de sesiones semanales, en las que tras cada visita se amplía el conocimiento y la perspectiva que tiene el individuo y donde se fijan tareas con pequeños cambios para ir solventando poco a poco la situación.
En cada sesión, además de profundizar en la comprensión de los sistemas y constelaciones, se hace balance de las tareas fijadas y se refuerzan los avances conseguidos por el paciente.
Después de cada sesión es común experimentar una variedad de emociones que en ocasiones no son agradables. Sobre todo si abordamos conflictos relacionados con el ámbito más íntimo de la persona. Como son problemas de pareja o conflictos en el seno de la familia. Para nadie resulta agradable comprender que la situación en la que se encuentra está motivada por los actos que realiza un ser querido, como puede ser su pareja o su madre, o por cómo se relaciona él con esa persona. El terapeuta en estos casos debe ser empático y adoptar un enfoque constructivo que ayude de verdad al individuo.
Si bien el viaje sistémico se utiliza en psicología para hacer frente a algunos problemas concretos, este es un ejercicio útil para cualquier persona. Le permite comprender su realidad y le hace más libre.